Por Anabel Pomar
Entre Ríos posee una rica biodiversidad en donde se combinan ecosistemas acuáticos y terrestres y climas que propician las actividades agrícola-ganaderas. Ubicada en el centro-este de Argentina, la provincia tiene una superficie de 78.781 kilómetros cuadrados (7.878.100 hectáreas): 77 por ciento de tierra firme, 20 por ciento de islas, delta, predelta y anegadizos; tres por ciento agua, rodeada por los ríos Paraná y Uruguay, y atravesada por ríos y arroyos. Junto a Misiones y Corrientes conforma la región geográfica de la Mesopotamia, junto a las provincias de Córdoba y Santa Fe es parte de un bloque de integración política denominado Región Centro, y las ricas tierras del sur provincial se incorporan a la región pampeana, corazón del agronegocio.
La producción y exportación de alimentos es la principal fuente de ingresos en una provincia que lidera la producción citrícola y avícola del país, y es la segunda productora de arroz y miel. Sin embargo, la soja se expandió más allá de las tierras agrícolas del sur, de la mano del modelo atado a los agrotóxicos, y —en los últimos 30 años— pasó de ocupar 50 mil hectáreas (ha) a 1.000.000, en promedio, un 20 por ciento del área destinada al sector agropecuario provincial. En paralelo, Entre Ríos vivió un proceso de concentración de tierras: entre el Censo Nacional Agropecuario de 2002 y el último realizado en 2018 las únicas unidades productivas agropecuarias que crecieron fueron las del estrato más alto (7500 a 20.000 ha o más) y lo hicieron en un 140 por ciento, avanzando sobre los productores más pequeños.
La expansión de la frontera agropecuaria sobre el Delta del Paraná agrava el impacto de las consecuencias del cambio climático con los incendios récords registrados desde 2020 como símbolo más mediatizado. También el modelo agrotóxico enciende alarmas sobre el impacto en la salud: Entre Ríos registra una tasa de mortalidad por cáncer que supera la media nacional. En ese contexto, los productores agroecológicos empujan en minoría y sin respaldo de políticas públicas un modelo de producción de alimentos sanos, mientras asambleas y organizaciones sociales luchan contra las fumigaciones. La organización desde abajo empujó la prohibición del glifosato y Plan de Alimentación Sana Segura y Soberana (PASS) en el municipio de Gualeguaychú.
Delta, puertos y una tierra de producción de alimentos
La geografía entrerriana posee numerosos humedales, ecosistemas vitales para garantizar calidad y abundancia de agua. El Delta del Paraná —la mayor parte de la cuenca se encuentra en territorio entrerriano— es el mayor exponente de este ecosistema, que abastece a ciudades y actividades productivas en una de las zonas más densamente pobladas del país.
Los importantes cursos de agua propician la actividad agropecuaria e industrial, así como las vías navegables y puertos, entre los que se destacan el de Concepción del Uruguay e Ibicuy, que permiten el transporte de mercaderías desde un punto logístico estratégico.
Entre Ríos exporta a más de 130 mercados, según cifras del gobierno provincial. Los principales productos son pollo, arroz, maíz, trigo, soja y miel. China es el principal país comprador y concentra el 26,02 por ciento; seguido por Brasil (10,64), Chile con (6,73), Estados Unidos (4,68), Vietnam (4,18) y Uruguay (3,27), Argelia (3,08), Indonesia (2,41) y Arabia Saudita (2,38). La producción y exportación de alimentos es la principal fuente de ingresos de la provincia.
En enero de este año, el gobierno provincial anunció que la Administración General de Puertos estaba avanzando para incorporar a Entre Ríos a la vía navegable troncal de la Hidrovía Paraná-Paraguay, a través del canal Ibicuy-Guazú-Talavera, con salida por el canal Martín García. La intención, según declaran los funcionarios entrerrianos, es lograr que la provincia pueda desarrollar terminales portuarias análogas a las del polo oleaginoso del puerto de Rosario, protagonista central en la comercialización del agronegocio.
La provincia integra la región pampeana en la franja sur del margen del Río Paraná. Allí comparte la fertilidad de sus tierras para la actividad agrícola. No obstante, la incorporación del paquete tecnológico desde la década de 1990 —el modelo agrícola dominante basado en semillas transgénicas con aplicación de agrotóxicos—, ha permitido el desarrollo de los cultivos, sobre todo de la soja, en casi toda la provincia. Significó el avance de la frontera agrícola sobre superficies que antes eran dedicadas a la ganadería, con el costo ambiental que ello conlleva, una pérdida de biodiversidad irreversible.
Según el último Censo Nacional Agropecuario (CNA), las actividades agropecuarias ocupan el 66 por ciento del territorio entrerriano (5.203.285 ha). Durante la campaña 2020/2021, unos 2,3 millones de hectáreas de la provincia fueron sembradas con los principales cultivos: soja, sorgo, maíz, trigo, girasol y lino, según datos de Bolsa de Cereales entrerriana.
La soja presenta una evolución ascendente en los últimos 30 años: pasando de un promedio de 50 mil hectáreas a 1.000.000 en la actualidad, según datos del CNA.
Más allá de la pampeanización y el avance de la soja transgénica —ocupó el 46 por ciento del total implantado en la campaña 2020/2021—, Entre Ríos continúa siendo la segunda productora nacional de arroz, detrás de Corrientes, y ocupa el primer lugar del país como exportador de dicho cereal. Unas 54.850 hectáreas fueron sembradas con arroz en Entre Ríos en la campaña agrícola 2022/23, lo que determinó una producción total final de 389.700 toneladas. Las exportaciones argentinas tienen como destino a Brasil (46,7 por ciento) y a mercados como Chile, Irán, España, Haití, Cuba y Senegal.
Otro cultivo de importancia de la producción agrícola entrerriana son los cítricos. Según datos provinciales, Entre Ríos es la primera productora nacional de naranjas (35,70 por ciento), de mandarinas (44,15 por ciento) y de arándanos. Según el último Censo Nacional Agropecuario (CNA), la industria forestal también tiene un desarrollo destacado en el modelo productivo entrerriano. La implantación de árboles, mayormente eucalipto, ocupa más de 100 mil hectáreas, de las 900 mil que ocupan los “bosques implantados” a nivel nacional, lo que la convierte en la tercera provincia en importancia para esta actividad extractiva, detrás de Corrientes y Misiones.
Entre ríos, galpones, gallinas y huevos
En cuanto a la producción de carne animal, según el Ministerio de Economía provincial, la avicultura ocupa un lugar destacado: Entre Ríos es la principal productora de carne aviar del país, con el 51,6 por ciento de la producción, seguida por Buenos Aires (35,5 por ciento). En tanto, en la producción de ganado bovino, la provincia es la cuarta productora a nivel nacional. Según el CNA 2018, hay más de 10.000 predios dedicados a la cría de bovinos —con unas 2.866.264 cabezas—, mientras que existen 604 tambos, un ocho por ciento del total a nivel país.
En cría de ovinos son más de 2.000 unidades productivas con unas 200.969 cabezas, mientras que 928 establecimientos se dedican a la cría de porcinos con unas 312.895 cabezas y una faena que alcanza solo el 3,8 por ciento del total nacional. En ganado caprino, la provincia cuenta con 183 unidades productivas, con 6.262 cabezas.
El lugar destacado es el de la avicultura. A nivel nacional, la provincia concentra el 63 por ciento de las granjas de engorde y el 29 por ciento de los establecimientos industriales del sector. La producción de huevos frescos y exportación de huevos industrializados representa el 23 por ciento del país.
En mayo de este año, luego de detectarse gripe aviar en una granja comercial de la localidad entrerriana de General Racedo, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) y la provincia instalaron un operativo de emergencia para contener el brote. A pesar del brote, el modelo industrial de producción avícola basado en el hacinamiento, y otras condiciones que propician la aparición de ese tipo de virus, quedó fuera de cualquier cuestionamiento.
Otro modelo de producción de alimentos, con la vida en el centro
Germán Rearte Uzín es productor agropecuario de cuarta generación y, cómo eligió definirse ante Tierra Viva, un “mili-trabajador” de la tierra. En Minhoca, emprendimiento ubicado en Villa Tabossi, tiene unas 160 hectáreas con ovejas, vacas, cultivos —trigo y pasturas mayormente—, gallinas y huevos. Todo bajo manejos agroecológicos.
“No siento que vayamos a contramano del modelo industrial hegemónico, sino que estamos haciendo las cosas del único modo sostenible. Si queremos seguir vivos y en este planeta todos vamos a tener que producir de este modo”, asegura el productor agroecológico en una provincia en donde la mayoría opta por el modelo tóxico. Según el CNA 2018, de las más de 13.000 unidades productivas que existen en toda la provincia, solamente 84 explotaciones agropecuarias se identificaron como orgánicas, 26 como biodinámicas y 143 agroecológicas.
“La principal dificultad es encontrar quienes puedan asesorarte para hacer un manejo integrado que prescinde completamente de tóxicos. Hay un montón de cadenas técnicas que requieren asistencia y no hay tantas personas que puedan brindarla”, señala Uzín sobre los problemas para ampliar la transición agroecológica. Pese a eso, la apuesta no se cuestiona: “O morimos o hacemos agroecología. El modelo hegemónico, sea por lo económico, por la contaminación, por el cambio climático o por la falta de diversidad, biológica, social y territorial, por cualquier lado que se lo mire, tiene poco tiempo de vida”.
Resistencia a los antibióticos, pandemias, brotes virales, gripe porcina, aviar, son algunos avisos. “Estamos yendo en contra de la naturaleza. Hacia la autodestrucción. Cuando entras a un gallinero no necesitas que haya un brote de gripe aviar para darte cuenta que ahí hay algo que no está bien. Trece, catorce gallinas poniendo huevos, encerradas en una jaula, dentro de un galpón en dónde no entra la luz, durante un año, hasta que se mueren, es una muestra que existieron un montón de avisos anteriores que no se vieron”, analiza el productor de Minhoca.
Para Uzín el desafío es seguir apostando a la vida. “Aunque tengamos todas esas señales yo no voy a dejar de hacer y caminar hacia ese lugar de construcción de raíces múltiples y combinadas, de defensa de la biodiversidad y el amor. Hay una frase que me gusta mucho que dice: ‘Aunque me digan que mañana el mundo va a terminar yo igual hoy planto un árbol’”.
Propiedad de la tierra y elecciones tóxicas, un modelo en llamas
En Entre Ríos, como indica el CNA 2018, hay 13.760 unidades productivas, sobre las 5.203.285 hectáreas en producción agropecuaria, pero el reparto de esas tierras queda en pocas manos.
La concentración de la tierra se evidencia al desagregar la información del último Censo: unos 12.638 emprendimientos productivos desarrollan sus actividades en 2.042.000 hectáreas —acumuladas en extensiones de menos de 5 y hasta 1000 hectáreas—, mientras 1076 unidades productivas —que poseen parcelas de entre 1000 y 7500 hectáreas— ocupan unas 2.412.000 ha. En el extremo más concentrado, sólo 46 emprendimientos —que poseen predios de 7500 a 20.000 hectáreas o más— explotan unas 750.000 hectáreas.
“En el análisis de la evolución del número de unidades productivas por estratos, tomando los CNA 2002 y 2018, se observa una pérdida de unidades en todos ellos, a excepción del estrato de 20.000 hectáreas y más. Este último es el único estrato que se incrementa y lo hace en un 140 por ciento”, aseguran las investigadoras Isabel Truffer y Daniela Gamboa en La Argentina Agropecuaria vista desde las provincias: un análisis de los resultados preliminares del CNA 2018.
En paralelo, el registro provincial de expendedores y aplicadores de plaguicidas, permite describir el modelo agropecuario que se aplica en esas tierras concentradas. Hay registradas 445 máquinas autopropulsadas para la aplicación de agrotóxicos, 75 de arrastre, 14 aeroaplicadores y 121 comercios de expendio. Es que, con el crecimiento y predominio del agronegocio en la provincia, el volumen de utilización de agrotóxicos creció exponencialmente, así como las enfermedades, entre ellas, el cáncer.
Con datos alarmantes cómo los relevados por un trabajo financiado por el Instituto Nacional del Cáncer (INC) y la Secretaría de Ciencia y Técnica de la UNR, que concluyó que mientras la tasa nacional de mortalidad por cáncer en hombres fue de 152 casos cada cien mil habitantes, la tasa de mortalidad de los hombres residentes en Entre Ríos fue de 185,9. O sea, superior a la media nacional.
Entre Ríos tampoco escapa a las consecuencias de las afectaciones que produce el modelo de producción extractivo: cambio climático, sequías, incendios y contaminación. Según la Bolsa de Cereales de Entre Ríos, en el cierre de la campaña gruesa 2022/2023, los registros pluviales en Entre Ríos se posicionaron entre los más bajos de los últimos 60 años en gran parte de la provincia. Ese escenario de pocas precipitaciones y temperaturas por encima de lo normal se completó con incendios récords registrados, cada año, desde 2020.
Sólo en los primeros ocho meses de 2022, según un relevamiento realizado por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) casi 100 mil hectáreas se quemaron en el Delta del Paraná entrerriano y santafesino. Desde los incendios registrados en 2008, la cartera nacional de Ambiente coordina el llamado Plan Integral Estratégico para la Conservación y Aprovechamiento Sostenible en el Delta del Paraná (Piecas-DP), que también integra a Buenos Aires, aunque Entre Ríos posee el 80 por ciento de la jurisdicción.
En todo 2022, la provincia informó 365 mil hectáreas arrasadas por el fuego. El reporte diario de incendios del Ministerio de Ambiente dejó de informar las hectáreas acumuladas que se pierden bajo el fuego en febrero de 2022. Mientras, la Ley de Humedales sigue sin ser aprobada en el Congreso, dejando en claro las prioridades del poder político. Este año no fue la excepción, el 2023 comenzó con incendios en Ibicuy y Gualeguay.
Dulce rebeldía, apicultura y producción agroecológica
La producción apícola en Entre Ríos es considerada una de las principales cadenas de valor agropecuaria, siendo la segunda provincia productora de miel a nivel nacional, luego de Buenos Aires, tanto por sus volúmenes de producción como así también por la cantidad de productores que involucra esta actividad. En tierras entrerrianas se produce el 21 por ciento de la miel de Argentina. La provincia cuenta con alrededor de 3.350 productores que poseen unas 840.000 colmenas distribuidas en 11.080 apiarios, que en la campaña 2022-23 generaron 5.000 toneladas.
En minoría, produciendo de modo sustentable para el ambiente, con dificultades y sin políticas que apoyen a quienes producen alimentos sanos y nutritivos, los emprendimientos que eligen disputarle terreno al modelo hegemónico florecen y avanzan. Victoria Veronesi es madre, docente, cuidadora de abejas y productora de miel. “Estamos en un pequeño campito que arriendo en Pueblo Belgrano, pegado a Gualeguaychú. Tengo unas 40 colmenas y el trabajo se realiza con lo que denomino apicultura natural regenerativa”.
“Del suelo al cielo”, aclara sobre su modo de trabajo que es a la vez un modo de vida, que busca el cuidado de los polinizadores sin los cuáles no habría vida ni alimentos posibles. “Creo en la posibilidad urgente de aprender modos de trabajo en los apiarios, que sean armoniosos con las colmenas en tanto seres vitales. Modos justos y honestos también entre las personas que eligen producir ese alimento y quienes eligen consumirlo, en senderos de intercambio o comercialización que hagan posible el encuentro entre personas en torno a una alimentación sana.”
En su emprendimiento, La Loma de los Quinotos también se realizan pasturas para las abejas, trigo y lino agroecológico. Para cada tipo de producción, siempre en sociedad con familia y amigos y a pequeña escala. Allí también se dan cursos productivos y se amadrinan colmenas de otros apicultores. “En un tiempo mundano en el que prevalecen modos vinculares dañinos, necesitamos recrear la posibilidad de mutualidades que conspiren para la sobrevivencia de la vida”, afirma.
Amarantos, resistencia y planes para la alimentación sana y soberana
Aunque la agricultura se desarrolló en las últimas décadas hacia un modelo agrotóxico, Entre Ríos es también el lugar de resistencias históricas para detener ese avance y denunciar los daños provocados por los agrotóxicos. “No es fácil ser la sombra del éxito sojero”, decía el entrerriano Fabián Tomasi, un emblema nacional e internacional de la lucha contra las fumigaciones. Él se denominaba a sí mismo como Amaranto, por la planta que posee resistencia al herbicida glifosato. Fabián fue un peón víctima del modelo para el que trabajaba. Oriundo de Basavilbaso, falleció en septiembre de 2018 consecuencia del daño de los agrotóxicos que manipulaba y a los que hasta sus últimos días se encargó de denunciar, con su cuerpo envenenado y su voz que se convirtió en semilla de las luchas contra el agronegocio.
Unidos en ese mismo grito, con un recorrido de años de resistencia, la Coordinadora Basta es Basta nuclea a las asambleas socioambientales de la provincia, se encarga de visibilizar los daños del actual modelo productivo y de trabajar para alejar los agrotóxicos de escuelas y hogares. En mayo de 2019, la coordinadora consiguió un fallo del Supremo Tribunal de Justicia (STJ) provincial que declaró nulo un decreto del gobernador Gustavo Bordet, que permite fumigar a sólo 100 metros de las escuelas y a 500 de modo aéreo. Cinco meses después, con otra conformación del STJ entrerriano, el fallo se revirtió basado en informes empresariales, desconociendo estudios de universidades públicas y con presión de las organizaciones de la Mesa de Enlace.
El caso llegó hasta la Corte Suprema. En marzo pasado, el máximo tribunal avaló la decisión del STJ provincial sin siquiera tratar el tema, apoyada en un artículo de forma, el 280 del Código Procesal, que dice “cuando las cuestiones planteadas resulten insustanciales o carentes de trascendencia”. El pedido de la Coordinadora buscaba su intervención para frenar el ecocidio en curso.
“Lo terrible de la decisión es que la Corte Suprema se lava las manos ante un tema tan grave. Pero además lo hizo después de cuatro años de demora”, expresó a Tierra Viva Daniela Verzeñassi, integrante de la Coordinadora. “Nunca me imaginé eso. Fue muy doloroso porque en ese tiempo la gente siguió enfermando y muriendo. Mientras dilataban respuestas seguíamos recibiendo noticias tremendas. Por ejemplo, nos enteramos de una niña más fallecida y de otra niña internada con un cuadro oncológico en el Hospital Garrahan”, recuerda.
A contramano de esa política tóxica, la anfitriona del “Carnaval del País”, uno de los festejos más conocidos entre la amplia oferta turística entrerriana, la ciudad de Gualeguaychú se volvió reconocida por prohibir completamente el herbicida glifosato —Ordenanza Municipal 12216/18— y cambiar el rumbo de las políticas productivas, apostando a un cambio de modelo que prioriza la salud y potencia la producción de alimentos sanos, seguros y soberanos.
En ese sentido, desde el gobierno municipal lleva adelante el Plan de Alimentación Sana Segura y Soberana (PASS) cuyo objetivo es lograr “progresivamente una soberanía alimentaria local mediante la promoción, estímulo, fomento y acompañamiento de la producción sustentable; la disponibilidad, accesibilidad física y económica, adecuación y sustentabilidad para toda la población de Gualeguaychú y la economía social y solidaria para el fortalecimiento del tejido comunitario rural y urbano del Municipio”.
“Todo lo que hacemos desde la resistencia se carga de sentido cuando vemos casos como ese, y también cuándo nos enteramos de la multiplicidad de experiencias agroecológicas que aparecen. Cada vez son más, algunas en red, algunas en solitario, que apuestan a la producción sin utilizar venenos, a la cultura del contacto con la tierra, a la agricultura que produce alimentos sanos”, grafica Verzeñassi la esperanza entre tanto campo fumigado.
Fuente: Agencia Tierra Viva