La Red de Cátedras de Soberanía Alimentaria, que reúne a 60 espacios de universidades nacionales, publicó el "Primer Informe de la Situación de la Soberanía Alimentaria en Argentina". Con la participación de organizaciones campesinas y sociales, aporta datos cuali y cuantitativos del agro. Tierra para producir alimentos sanos y agroecología de base campesina.
La Red de Cátedras de Soberanía Alimentaria, que reúne a 60 espacios de universidades nacionales, publicó el “Primer Informe de la Situación de la Soberanía Alimentaria en Argentina”. Con la participación de organizaciones campesinas y sociales, aporta datos cuali y cuantitativos del agro. Tierra para producir alimentos sanos y agroecología de base campesina.
La Red de Cátedras Libres de Soberanía Alimentaria y colectivos afines (Red Calisas) publicó un informe inédito en el país: el “Primer Informe Anual de la Situación de la Soberanía Alimentaria en la Argentina (Iassaa)”. El documento condensa el análisis de especialistas de la red —que nuclea a más de 60 espacios de universidades públicas, instituciones de educación superior y organizaciones sociales— e incorpora información de primera mano con análisis cuantitativos, a partir de una encuesta nacional a más de 500 organizaciones y productores de la agricultura familiar, y un análisis cualitativo surgido de seis foros regionales de participación abierta con actores comprometidos “con una alimentación sana, segura, sabrosa y soberana”.
“Hay un gran problema en todo el país en el acceso a la tierra, al agua y los bienes comunes. No es original ese resultado en el informe, pero es la confirmación de una crisis que se viene profundizando por el agronegocio y las políticas públicas discriminatorias con la agricultura familiar y campesina”, sintetizó Carlos Carballo, de la cátedra de Soberanía Alimentaría de la Facultad de Agronomía de la UBA, durante la presentación realizada en la Facultad de Medicina de la UBA a salón lleno. Pero tal como lo hace el informe, Carballo no se quedó en la denuncia y convocó: “La soberanía alimentaria no la estamos soñando, la estamos construyendo”.
El primer informe Iassaa —que ya puede descargarse libre desde redcalisas.org— reúne la información obtenida en el territorio con capítulos académicos que repasan estadísticas sobre producción, pobreza e inseguridad alimentaria; el marco legislativo en materia ambiental y de derechos campesinos, las políticas públicas en marcha y luchas socioambientales presentes. A partir de esa gran marco de situación, el Iassaa no se queda ahí sino que llega a su último y décimo capítulo diciendo “celebramos, cuestionamos y exigimos” y deja propuestas en cinco ejes para construir la soberanía alimentaria: Territorio y Ambiente, Producción, Comercialización, Alimentación y Salud, Comunicación y Educación.
“La construcción colectiva de la soberanía alimentaria propone alimentar a la humanidad de forma justa y sustentable, promoviendo los cultivos agroecológicos, la producción local, el comercio de proximidad y la restitución de la tierra a campesinos, agricultores familiares y pueblos originarios”, plantea como principios el informe de la Red Calisas y en ese rol el trabajo buscará ser “una herramienta concreta para el diseño, ejecución y evaluación de políticas públicas de producción, distribución y consumo de alimentos”.
“Tiramos una semilla y miren cómo floreció. Es muy emocionante ver cómo abarcamos con cátedras desde Ushuaia a La Quiaca”, graficó la “matriarca” de la Red Calisas Miryam Gorban (Calisa-Nutrición UBA), al recuperar la historia de las cátedras libres — “una experiencia única en el mundo”—. El año próximo se cumplirán 20 años de la existencia de la primera Calisa en una universidad nacional (de La Plata -UNLP-) y diez años de funcionamiento de la Red. Gorban llamó a seguir construyendo desde la acción y desde abajo.
“Las políticas públicas no se inventan en los gabinetes, surgen de la presión y de la creatividad de las bases”, señaló Gorban y saludó la presencia en el salón de la Facultad de Medicina de Nahuel Levaggi —de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) y presidente del Mercado Central— y de Martín Piaggio, secretario de Desarrollo Social, Ambiente y Salud de Gualeguaychú, municipio que prohibió el uso de glifosato y creó Plan de Alimentación Sana, Segura y Soberana (Passs).
“Hay cuestiones saldadas en soberanía alimentaria en la Argentina: la disponibilidad de la producción de alimentos y la biodiversidad. Pero hay dos problemas que no se resuelven. Uno, desde 1810, es el acceso a la tierra. Sin acceso a la tierra, y hay muchísima tierra en manos del Estado, no vamos a tener soberanía alimentaria. El otro problema es el acceso a los alimentos y la inflación: mientras tengamos un desfase entre el precio de la canasta básica y los salarios básicos no vamos a poder resolver el acceso. Los alimentos están, pero el 40 por ciento de la población vive en la pobreza”, sintetizó Gorban los dos ejes centrales que se profundizan a lo largo del informe.
“Hay que llenar las calles para exigir acceso a la alimentación y acceso a la tierra. El movimiento obrero se tiene que incorporar. La población urbana tiene que saber”, planteó Gorban y llamó a construir una alianza “obrero-campesina”. Carballo coincidió: “Si el 92 por ciento del país vive en ciudades, el problema de la alimentación urbana no es un problema de la Sociedad Rural sino de la agricultura familiar junto a los movimientos de los trabajadores organizados”.
“El modelo agrario no puede seguir siendo el que nos vienen imponiendo desde el agronegocio. La agroecología asoma como respuesta con mucha fuerza y el Estado debe hacerse presente para dar respuesta a la problemática de la comercialización de productos de la agricultura familiar y su escala”, exigió el integrante de la Calisa-Fauba.
En caso de que hubiese algún recién llegado a qué implica la soberanía alimentaria, Carballo señaló “cuando discutimos soberanía alimentaria, discutimos poder”. El informe repasa las bases de la historia política del concepto creado por La Vía Campesina en 1996 —en paralelo a la Cumbre Mundial de la Alimentación de la FAO y año en el que la soja transgénica hizo pie en la Argentina—. “El derecho de los pueblos a definir libremente sus políticas, prácticas y estrategias de producción, distribución y consumo de alimentos”, fue la primera definición.
El concepto siguió en construcción y se amplió en 2002 y 2007 para, entre otras cosas, señalar que la soberanía alimentaria debe garantizar “que los derechos de acceso y a la gestión de nuestra tierra, de nuestros territorios, nuestras aguas, nuestras semillas, nuestro ganado y la biodiversidad, estén en manos de aquellos que producimos los alimentos”.
¿Y en qué situación está la Argentina? Este primer informe —publicado con el respaldo económico de la Fundación Heinrich Boll y administrativo del Centro de Comercialización de Productos de la Agricultura Familiar (Cecopaf)— tuvo la tarea de plantar la piedra fundacional por lo que plantea un repaso académico por las distintas variables que conforman el concepto.
El Capítulo 3, “Soberanía alimentaria, Argentina: una estimación cualitativa”, escrito por Andrea Porporato y Amparo Heguiabehere —a quienes se les reconoce como pioneras en el análisis antes de este primer relevamiento sistemático e integral de la situación de la soberanía alimentaria en el país— analiza “Indicadores de Soberanía Alimentaria” —adecuación social, ecológica y económica; escala de producción, acceso a la tierra y comercio de alimentos— para extraer conclusiones contundentes.
“No se depende de productos importados para alimentar a la población, ya que más del 99 por ciento de lo que se consume es producción nacional”, destacan las autoras, pero contrastan con que no solo “el acceso y la distribución de alimentos siguen siendo una asignatura pendiente” sino que la producción sigue siendo insuficiente en materia nutricional. Las frutas, hortalizas y lácteos producidos no alcanzan los parámetros fijados por la FAO.
¿Quién produce esos alimentos nutritivos? La producción de hortalizas es realizada principalmente por la agricultura familiar (59 por ciento), mientras que el 64 por ciento de la superficie cultivable —destinada, casi en su totalidad, a oleaginosas para la exportación— es producida con cultivos transgénicos, empleo de pesticidas de síntesis y fertilizantes químicos. “Argentina se encuentra en una baja soberanía alimentaria. Resulta importante poner en manifiesto esta situación ya que, permite tomar conciencia de la realidad y tomar acciones que aporten a la construcción de soberanía”, concluyen las autoras.
A este análisis se le agregan los capítulos escritos por Andrea Graciano (Calisa-Nutrición UBA), con un panorama de la situación alimentaria y nutricional en Argentina; el capítulo de Fernando Frank (Calisa Bioética del Sur de la Universidad de San Luis) y Carlos Carballo, con una radiografía social del país a partir del análisis de los indicadores de pobreza, ingresos, alimentación y trabajo. Sigue el capítulo de Andrea Fizzotti (Calisa-Fauba), sobre los desafíos del marco legal para la construcción de la soberanía alimentaria; y el de Demetrio Romero (Calisa- Uader) y Virginia Toledo López (Calisa-UNR) sobre las luchas paradigmáticas en el país en los últimos años.
La foto colectiva y federal es una característica del Iassaa cuyo corazón son los resultados de la encuesta respondidas por organizaciones y productores de CABA, AMBA, Centro, Cuyo, NEA, NOA y Patagonia; y la puesta en común de los foros en esas mismas regiones (Caba-Amba se unificaron para esta instancia). Así lo explicaron en la presentación del informe Soraya Ataide (Calisa-Universidad Nacional de Salta) en la mesa de presentación del trabajo junto a Antonella Geronazo (Calisa-Jujuy), Mara Mansur ( Calisa-Formosa) y Melina Gay (Calisa-Rosario).
De esa consulta a los territorios —respondida por 273 productores y 227 referentes de organizaciones— surge la diversidad de actividades que desarrollan productores y organizaciones para promover nuevas formas de producir, comercializar y consumir.
Entre las organizaciones —con una trayectoria promedio de diez años— las actividades más desarrolladas están vinculadas a educación (50 por ciento), huerta familiar (49 por ciento), comercialización (47 por ciento) y producción agrícola (45 por ciento). Más de la mitad de ellas realizan más de tres tipos de actividades. Y entre las organizaciones que realizan actividades productivas, el 62,8 por ciento comercializa sus productos, un 76 por ciento lo hace en ferias y mercados de la economía social y solidaria.
En el caso de los productores que respondieron la encuesta, el 73 por ciento lleva adelante producciones de tipo familiar y desarrollan huertas (58 por ciento), producción agrícola (39 por ciento) y ganadería (38 por ciento). El 60 por ciento de esos productores se relaciona con alguna organización de la soberanía alimentaria, el 41 por ciento se vincula con ferias y mercados, y el 38 por ciento con otros grupos de agricultores.
Ese músculo de trabajar de forma colectiva también se visualizó en las organizaciones que respondieron la encuesta: el 66 por ciento actúa en alguna red con otros actores y organizaciones. En el caso de los productores también surgió su relación con el Estado, en un mayor porcentaje con organismos municipales (64 por ciento) y en un 40 por ciento de los casos califican como positiva el vínculo con los organismos estatales tanto locales como provinciales y nacionales.
A la hora de analizar las problemáticas surgidas de la encuesta —que se encuentran en el Capítulo 8, escrito por Nicolás Pintos y Emmanuel Barrios—, las mayores dificultades que enfrentan las organizaciones son el financiamiento (43 por ciento) y el asesoramiento legal (33 por ciento); mientras que para los productores son el financiamiento (59 por ciento no tiene acceso) y la comercialización (62 por ciento tiene dificultades o no tiene acceso).
Otro punto consultado en la encuestas fue el acceso a los bienes indispensables como agua, tierra y semillas. De las organizaciones encuestadas solo el 44 por ciento accede al agua, el 36 por ciento a la tierra y el 45 por ciento a las semillas nativas. Entre los productores, el 40 por ciento tienen dificultades o no tiene garantizado el acceso a tierra, agua y semillas.
La otra parte del “corazón del informe” estuvo dada por las conclusiones obtenidas en los foros regionales, que cuentan con un amplio despliegue en el Capítulo 9 del documento final con la descripción de lo sucedido en cada uno de los seis —Caba-Amba, Centro, Cuyo, NEA, NOA y Patagonia—.”La posibilidad de realizar foros regionales nos permitió dimensionar la heterogeneidad y diversidad de la situación de la soberanía alimentaria en todo nuestro territorio. Si bien el acceso a la tierra y el agua fueron problemáticas generales, también pudimos ver las particularidades”, señaló Melina Gay (Calisa-Rosario) en la presentación en la Facultad de Medicina.
La síntesis de estos encuentros está en la carta de presentación resultante del primer Informe Anual de la Situación de la Soberanía Alimentaria en la Argentina (Iassaa), que son las propuestas para alcanzar lo que Carballo anheló en la presentación: “Ojalá podamos decir, en un próximo informe, que la soberanía alimentaria está al alcance de todos”.
EJE TERRITORIO Y AMBIENTE
EJE PRODUCCIÓN
EJE COMERCIALIZACIÓN
EJE ALIMENTACIÓN Y SALUD
EJE COMUNICACIÓN Y EDUCACIÓN
Fuente: Agencia Tierra Viva