Ayer, miércoles 12, nos encontramos a la tarde en la Plaza de Mayo para ir juntes hacia Casa de Gobierno, donde tuvo lugar la sesión del Senado de Entre Ríos para votar el proyecto de Ley 26.117 que habla sobre “buenas prácticas agrícolas” y modifica algunas reglamentaciones en las fumigaciones. Luego de un intenso y desanimado encuentro con productores a favor del proyecto, lograron pasar sólo tres compañeres del activismo socioambiental paranaense. Afuera se acompañó al realizar notas en medios de comunicación, cantar canciones de resistencia, conversar sobre el tema, compartir mates y levantar en alto carteles y banderas, visibilizando la lucha.
Dentro del recinto se pudo observar la inoperancia al ignorar la forma correcta de realizar la votación. Berthet, senador del Dpto. San Salvador perteneciente al frente Más para Entre Ríos, se retiró antes de votar y se cree que, por la posición de un lugar vacío, un miembro de Juntos por el Cambio se encontraba ausente; por otro lado, Díaz y Oliva fueron las únicas personas que votaron en contra. El resto de les senadores votó a favor de un proyecto negacionista y violento para nuestros pueblos y ecosistemas, dándole el visto positivo. El resultado fue claro: adentro se defendió el agronegocio, mientras que afuera se apoyaban a los pueblos fumigados y al campo.
Hoy jueves a las 10:30 hrs nos encontraremos nuevamente en Casa de Gobierno, ya que en la Cámara Baja se tratarán algunas modificaciones del proyecto.
Se jactan de escucharnos, pero nos ignoran
En el debate en Senado, previo a la votación, se mencionó que esta instancia fue participativa ya que se dio lugar a la opinión de diversos sectores, incluídes promotores de la agroecología, vecines fumigades, científiques y más. Se supone que les senadores son representantes del pueblo, pero escuchar nuestras voces no implica por sí mismo que seamos parte de la votación. Sabemos que el resultado de la misma refleja los intereses de sus negocios, ratificando y cooptando estudios científicos que deberían ser realizados por el pueblo. Será una ley participativa y democrática cuando realmente los pueblos seamos parte no sólo del debate, sino también de las decisiones: merecemos tener voz y voto en todas las iniciativas, es nuestro derecho.
Un proyecto regresivo y negacionista
«Impulsado por el diputado Juan Manuel Rossi, el proyecto incumple fallos judiciales vigentes, reduce las distancias mínimas de fumigación a solo 10 metros de viviendas habitadas de manera estable y efectiva, de salas sanitarias, de establecimientos recreativos y de puestos policiales. Para los cursos de agua permanentes, áreas naturales protegidas, granjas avícolas y apiarios registrados, la distancia de “retiro” de las fumigaciones se reduce a 5 metros y, para las escuelas rurales, sólo 15 metros. Todas distancias regresivas de las que actualmente se encuentran vigentes dentro del territorio provincial. Es decir, se pretende legalizar prácticas agrícolas que han causado un desastre sanitario y ambiental, buscando institucionalizar las mal llamadas “buenas prácticas agrícolas”, un concepto engañoso que prioriza el lucro de las empresas agroquímicas sobre la salud y la biodiversidad». (Basta es Basta, 25 de nov. de 2024, https://bastaesbasta.blogspot.com).
Como expone la UVE (18 de dic. de 2024, https://instagram.com/share/reel/BBoVzywcvG), existen sobrados fundamentos científicos sobre los terribles efectos de los agrotóxicos en la salud, principalmente en niñes y personas por nacer, con graves consecuencias discapacitantes que cercenan el derecho a una infancia digna y a decidir libremente su proyecto de vida. Tales estudios fueron puestos a disposición de la Comisión de Ambiente de Diputados y también en las comisiones del Senado.
Este proyecto no sólo niega las evidencias científicas que exponen las consecuencias de los agrotóxicos, además apuesta por el agronegocio: una forma de producción que sólo busca el rédito económico y concibe a los alimentos como otro recurso para ganar y acumular capital, mediante extractivismo. Parte de la crisis climática y civilizatoria es causada por tal modo de producción, ya que los monocultivos erosionan el suelo, suprimen la biodiversidad y contaminan los ecosistemas y, por lo tanto, nuestra salud. Desde los 90, los agrotóxicos se jactan de alimentar al mundo, pero en nuestro país hay 60% de niñez que no tienen garantizada la nutrición, como expuso Nadia Burgos.
Además, tales “buenas prácticas agrícolas” y las distancias establecidas en este nuevo proyecto carecen de sustento científico. No es ingenuo que nieguen no sólo los estudios académicos, sino también las cuantiosas experiencias de familias, escuelas y personas que atraviesan y han tenido que atravesar las consecuencias de estos productos tóxicos, encontrados en análisis de agua, en peces, orina, sangre e incluso en leche materna.
Preguntas con respuesta: la agroecología
La agroecología es una práctica y un paradigma productivo en comunión con el ambiente y en beneficio mutuo con sus otros habitantes, validado por cuantiosos estudios y el bienestar social de quienes lo llevan adelante. Es necesario que el alimento esté garantizado para todas las personas, en pos de resolver, por lo menos, una de las tantas injusticias que atravesamos como comunidad. Además, se propone no utilizar agentes externos contaminantes y se comprende que es fundamental respetar a la naturaleza, manteniendo también vínculos cercanos y horizontales con ella y los demás seres. No se plantea como una práctica definida y cerrada, más bien se entiende como un proceso permanente de transición hacia mundos más sanos, vivibles y soberanos. Por todo ello, la agroecología y la soberanía alimentaria son un paso más hacia la justicia ecosocial.