Antes que “salvar†el planeta, vamos a “amar†el planeta… Esa es la lección primordial que ha aprendido Heike Freire al cabo de dos largas décadas como pedagoga y comunicadora. La autora de Educar en verde (Grao) recorre infatigable nuestra geografÃa -ayer en Galicia, hoy en Madrid, mañana en Alicante- intentando transmitir a los profesores esa pasión contagiosa que llevan los niños en su propia naturaleza.
-¿Qué es exactamente la pedagogÃa “verdeâ€? ¿Es una nueva forma de enseñar centrada en la naturaleza o es algo más?
Se trata más bien de un enfoque educativo basado en la confianza, en la inteligencia innata con la que cada ser vivo está equipado. Los niños, niñas y jóvenes tienen dentro de sà todo lo que necesitan para crecer y desarrollarse plenamente. Las recompensas (pedagogÃa blanca) y los castigos (pedagogÃa negra) desorientan. La pedagogÃa “verde†propone a cambio un acompañamiento consciente de los procesos naturales de desarrollo, autoconcimiento y aprendizaje de los niños. El contacto con el entorno natural favorece ese reencuentro, la reconexión con nosotras mismas y con el planeta. La naturaleza es un espacio sabio y vivo del que nuestra especie emergió hace cientos de miles de años. Es a la vez madre y maestra. Nos ofrece experiencias que no tienen sustitutivo, especialmente en la infancia. Integrarla en la educación es empezar a construir esa transición ecológica que tanto necesitamos.
-¿El medio ambiente deberÃa ser pues una "nueva" asignatura?
Yo creo que deberÃa ser una materia transversal, que
empapara todos los demás conocimientos. TendrÃa que ser el eje de todo el
edificio curricular. De un currÃculo mucho más concreto y flexible, donde
cada cual pudiera construir su propia trayectoria. No tenemos mucha idea de lo
que requerirá el mercado de trabajo dentro de diez o quince años, pero sabemos
que necesitaremos buenas personas, buenos padres y madres, hermanos y vecinos
atentos y solidarios... Que necesitaremos agricultores para producir alimentos
de proximidad, no contaminados. Biólogos capaces de reparar los ecosistemas que
estamos dañando. Ingenieros que puedan desarrollar tecnologÃas limpias y
sencillas imitando la sabidurÃa de la naturaleza... Artistas e intelectuales
que puedan crear historias e imágenes que simbolicen una nueva cultura centrada
en la vida y enraizada en la tierra. Sabemos que necesitaremos buenos
ciudadanos y ciudadanas comprometidos con una ética del cuidado, que amen
profundamente el planeta, que sepan cuidarlo, respetarlo, y en armonÃa con las
todas las formas de vida humanas, no humanas y más que humanas.
-Hablas de la necesidad de "renaturalizar" las escuelas, ¿acaso no tendrÃamos que empezar por renaturalizar las ciudades? Muchas escuelas no tienen siquiera un espacio verde cerca...
Desde luego. Y cada vez son más los ayuntamientos
conscientes de esta necesidad, de la estrecha relación que existe entre el
cuidado y la renaturalización de sus espacios y la salud y el bienestar de sus
ciudadanos. Las familias y las escuelas pueden apoyar este impulso saliendo con
frecuencia a los entornos verdes cercanos, reivindicando que se renaturalicen
más espacios, ocupando solares abandonados para transformarlos en huertos y
jardines gestionados por las propias comunidades educativas y vecinales, como
ya es el caso en varios lugares. Además, al transformar los patios de cemento y
hormigón en áreas donde se puede jugar con agua y tierra, en bosquecillos y
vergeles, estamos dotando a las ciudades de nuevos espacios verdes, lo que
redunda en beneficio de todos.
-Se habla mucho de huertos escolares y de escuelas-bosque, pero la dura realidad sigue siendo los patios de recreo de hormigón y las dificultades con las que se encuentran padres y profesores. ¿Están realmente cambiando las cosas?
Yo dirÃa que sÃ. El movimiento es imparable. En los
últimos seis años, la semilla se ha extendido por todo el territorio y ya
son cientos, por no decir miles de escuelas las que están implicadas en
procesos de transformación de sus espacios exteriores. Hasta ese momento,
la mayorÃa de las personas veÃan el cemento y el vacÃo como algo “normalâ€. Las
maestras no los utilizaban más que para la media hora de rigor. Siempre con
muchos conflictos ya sea por cuestiones de género o simplemente de convivencia,
al no haber sido pensados ni trabajados desde el punto de vista educativo. Los
arquitectos no tenÃan datos sobre los patios. Y, sin embargo, es frecuente que
ocupen entre un 40 y un 60% de la superficie de las escuelas. Y si tienen algún
elemento natural, árboles o incluso una pequeña charca, suele estar cerrada,
inaccesible para los alumnos. Todo esto está cambiando gracias al enorme
trabajo de sensibilización que estamos haciendo muchas personas. Como Carme i
Pitu, dos maestros jubilados que desarrollan el proyecto Safareig y han
recorrido y asesorado a centenares de centros. El interés es enorme. En un
taller reciente que impartà sobre el tema en Alicante, para 80 personas, habÃa
200 inscritos...
-Háblanos de la influencia de Richard Louv y Quing Li en tu trabajo, del vÃnculo entre el bosque y la infancia, de tu experiencia personal en Madreselva…
Yo acompañaba a niños y niñas en esa escuela en el bosque,
que estaba en la Vera cacereña, cuando escuché hablar Richard Louv. Cuando lo
leà fue como si todas las piezas del puzzle encajaran y es una gran noticia que
“Los últimos niños en el bosque†(Capitán Swing) haya sido publicado
finalmente en España. Fue una gran inspiración para mÃ. No solo es un gran
profesional del periodismo, serio y riguroso, con una sólida formación en
muchos otros campos. También es una persona muy comprometida. Con Quing Li
estuve en contacto hace tres años en Japón, cuando visité por todo el
territorio varias áreas preparadas para practicar lo que los japoneses llaman
Shinrin-Yoku, baños de bosque. Nadie transmite como él hasta qué
punto nuestra vida, nuestra salud y nuestro bienestar depende de los árboles.
Creo que es un sentimiento muy vivo en ese paÃs, debido a su historia: hace
varios siglos los japoneses estuvieron a punto de perder toda su masa forestal,
de convertirse en un desierto, como sucedió en la isla de Pascua. Pero fueron
capaces de rectificar y ahora tienen algunos de los bosques más bellos del
mundo.
-Recalcas también la necesidad del contacto "cotidiano" del niño con la naturaleza, más allá de las "escapadas" periódicas al campo
Según los estudios, el vÃnculo entre el ser humano y la
naturaleza se establece y se fortalece en una relación sostenida, cotidiana,
continua. Esto no disminuye el valor de las salidas semanales, mensuales o
incluso trimestrales, que también son muy beneficiosas. Pero si piensas en
cualquier otra relación, con un amigo o con un familiar, es fundamental vivir
la cotidianeidad, al menos durante un tiempo, para que se establezca ese
vÃnculo. Cuando dos personas se aman, desean estar juntas, especialmente al
principio. Después, a lo largo de los años, si ese lazo está fuerte, podrá
soportar cualquier separación. La infancia es la etapa de la vida del ser
humano en la que se construye su vÃnculo con el entorno natural. Por eso es
fundamental que transformemos los entornos familiares, escolares y urbanos,
para que niños, niñas y jóvenes puedan crecer en el amor por la tierra. También
para que puedan estar sanos y vivir plenamente su infancia. Yo dirÃa que es un
derecho fundamental de toda criatura humana: cultivar una relación de cuidado y
afecto no con su familia humana, sino también con su familia no humana o más
que humana.
-Naturaleza y TecnologÃa ¿hasta qué punto son incompatibles? ¿Cómo puede un niño recuperar el asombro ante la naturaleza en la era de Snapchat?
Efectivamente hay mucho debate entre los especialistas. Y es
un tema que me preocupa porque muchas familias están desbordadas, se sienten
impotentes. Hace unos meses, durante un taller sobre este asunto, hubo un largo
silencio a la pregunta: como os relacionáis con la tecnologÃa. Después la gente
empezó a decir que se sentÃa culpable, frustrada...En lo que casi todos estamos
de acuerdo en que necesitamos un equilibrio. Y es probable que, en los
primeros años de la vida, menos tecnologÃa sea sinónimo de mayor salud y mejor
desarrollo. Después, se puede ir introduciendo, pero siempre con criterio.
Pensando en satisfacer primero necesidades más fundamentales como el juego
espontáneo en la naturaleza. Un criterio básico para equilibrar naturaleza y
tecnologÃa es observar si esta última contribuye a ampliar o a reducir nuestra
vida. En este último caso, es mejor intervenir lo antes posible. Y siempre,
plantearnos las necesidades que tenemos. Utilizar los aparatos con consciencia,
sin perder el control, sin dejar que ellos nos usen a nosotros, en lugar de
nosotros a ellos. Esto sirve para cualquier edad, y los adultos, al ser más
maduros, tenemos que dar ejemplo. Aunque admito que es muy difÃcil porque las
pantallas son extremadamente adictivas.
-Dedicaste un libro a la hiperactividad y el déficit de atención (¡Estate quieto y atiende!, editorial Herder). ¿Hasta qué punto son una respuesta al "déficit de naturaleza" y a la vida antinatural en la que embarcamos a los niños hoy en dÃa?
Los problemas de atención y excesivo movimiento de los niños
y niñas están directamente relacionados con el déficit de naturaleza y los
estilos de vida acelerados que tenemos. Esto lo sabemos porque cuando les
damos la oportunidad de conectarse con la tierra y sus ritmos, de desacelerar,
de abrirse a la estimulación suave y no invasiva que proporciona el mundo
natural, ese tipo de sÃntomas desaparecen o se reducen bastante. También cuando
creamos entornos escolares y urbanos donde niños y niñas pueden satisfacer sus
necesidades naturales de movimiento, algo a lo que no se le suele dar
importancia y, sin embargo, es fundamental para el desarrollo orgánico y
neurológico, también para la regulación emocional. Siempre digo que la
educación y la atención a la infancia es una gran oportunidad para nosotras. Las
dificultades de niños, niñas y jóvenes nos están indicando que necesitamos un
cambio de rumbo. Construir una sociedad más amable, más humana, más lenta... y
más conectada con el mundo natural.
-Háblanos finalmente del libro que tienes entre manos, de la Naturaleza como maestra para recuperar nuestra propia condición y ahondar en la naturaleza humana...
En los últimos diez u once años, he tenido oportunidad de recoger centenares de recuerdos de infancia, en diferentes paÃses, con distintos orÃgenes sociales, géneros, profesiones... Cuando pregunto a las personas que vienen a mis talleres qué es lo que les aportó la naturaleza cuando eran niños y niñas, y qué es lo que les aporta ahora, la mayorÃa me dicen que les ayudó y les ayuda a conectarse consigo mismas. Muchas veces me he preguntado dónde estamos cuando no estamos con nosotras mismas. Pero, estemos donde estemos, creo que este retorno, este reencuentro con nosotras mismas es una de las principales enseñanzas del mundo natural. Y es fundamental para la educación. Porque ser una misma, conocerte, saber cuáles son tus deseos y necesidades, también tus lÃmites o tus capacidades, aceptarte y valorarte en tu justa medida, es la base para poder crecer y aprender. Además, en esos recuerdos, se ve cómo la naturaleza acerca a las personas. Alimenta nuestro sentimiento de pertenencia a un grupo, estrecha nuestros lazos y estimula nuestra capacidad de ser solidarios. De modo que puede ayudarnos a recuperar valores que son esenciales para nuestra supervivencia.
"Hasta los doce o catorce años, los niños y niñas
aprenden principalmente a través de actividades y experiencias concretas. Por
tanto, es mejor no hacer demasiados discursos y empezar apoyándose en sus
propias vivencias. Hoy, las consecuencias del calentamiento global son tan
evidentes que no es difÃcil encontrar hechos palpables y concretos, ya sea en
el aumento de las temperaturas y la frecuencia de las olas de calor (de los
que ellos mismos pueden hacer registros) o la pérdida de biodiversidad y el
estado de desequilibrio en el que se encuentran la mayor parte de los
ecosistemas (que también pueden constatar si los llevamos a entornos
naturales). Por lo que se refiere a la contaminación, la mayorÃa de los
niños y niñas urbanitas, desgraciadamente, la sienten y la padecen. Los estudios
demuestran que afecta a su salud respiratoria, a su capacidad de atención, su
memoria e incluso su estado de ánimo y su comportamiento. De modo que tampoco
es difÃcil encontrar indicios de estas evidencias en su propia vida o en la de
personas cercanas, para que puedan darse cuenta y reflexionar sobre ello"
-Si hacemos un repaso al estado del planeta, es fácil caer en el alarmismo. ¿Hasta qué punto conviene transmitir ese mensaje de urgencia a los niños?
"Lo más es importante es acompañarlos en el desarrollo de su conciencia ecológica, partiendo de los sentimientos de amor y cuidado al planeta con los que todo niño y toda niña vienen al mundo. Si les ofrecemos entornos adecuados donde puedan estar en contacto con la naturaleza cada dÃa, desarrollar su sensorialidad, su capacidad de movimiento, observar, explorar, descubrir, arriesgarse, correr aventuras y vivir experiencias mágicas, estaremos contribuyendo a fortalecer su vÃnculo, a ampliar su capacidad de empatizar con las demás formas de vida, de percibirlas como compañeras de viaje e incluso como parte de ellos mismos. Con el tiempo, integrarán y defenderán estos valores que habrán vivido y practicado: sentirán la tierra como una extensión de ellos mismos, la cuidarán y la defenderán. Si cargamos las tintas en la culpa por lo que nuestra especie está haciendo al planeta y el miedo a las previsibles consecuencias desastrosas para nosotros, les transmitiremos esos sentimientos, además de una sensación de impotencia, y tenderán a evitar la cuestión para no sentirlos. Hay que favorecer en ellos el amor al planeta, antes de pedirles que lo salven."
Fuente: El Correo del Sol
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